Cómo planificar un viaje

3 consejos para superar el Choque Cultural

Si existiese una fórmula mágica para adaptarnos a una nueva cultura sin sufrir el impacto que ésto genera, seguramente los viajes serían de otra cosa. Quizás menos reveladores, no tan atractivos o a lo mejor menos interesantes. Aunque es cierto que, de existir algo así, nos ahorraríamos miles de intensos momentos que en los viajes ponen a prueba nuestra integridad física y mental. Lo que sí tenemos son métodos de integración, que por lo general se aprenden en el camino y que son sumamente subjetivos, porque cada persona es distinta. Sin embargo, creemos que la experiencia de otros viajeros puede ayudarnos, aunque sea a prepararnos para enfrentar lo que luego el viaje nos pondrá adelante.

En esta foto estamos viajando en un bus público de Vietnam, luego de que varios taxistas intentaran desesperadamente subirnos a sus coches. Lo encontramos por nuestra constante idea de eludir el circuito turístico, que todo lo invade en los destinos más convocantes. Vivir experiencias locales, respetando las culturas y colaborando con la economía de proximidad, siempre fue nuestra convicción principal. Encontrar el sitio dónde el bus paraba fue el primer gran desafío, pero no el único. Cuando nos subimos al vehículo, claro está que no había más forma de comunicarnos que las señas y los gestos. El chofer baja, sin mediar palabra, nosotros subimos sin pagar. No entendíamos cómo hacerlo, ni si era posible viajar en ese transporte o deberíamos caer en las garras de los «atrapa turistas». Sin embargo, fuimos pacientes y esperamos que el chofer regresara para poder indicarle, rudimentariamente, dónde ibamos y él, amablemente, nos vendió los boletos.

Ese episodio concreto, nos llevó a pensar que para viajar largo es fundamental abaratar costos, lo que no significa abusarse de la gente local sino contribuir con ellos desde un lugar más cercano. Imitar los comportamientos culturales nos permitirá ser uno más, aunque nunca lo seamos del todo. Ese viaje en bus fue un poco más largo de lo que pensábamos, es que el transporte daba muchas vueltas, hubiese sido más rápido subirnos a un taxi, pero no hubiesemos podido llegar a esta reflexión. Ahí mismo, en ese viaje, escribimos los tres tips que publicamos a continuación.

1. INFORMACIÓN:

Antes que nada, es muy necesario saber dónde vamos. Averiguar los datos fundamentales del país será clave en tu proceso de adaptación. Qué idioma se habla, cuál es su moneda, qué puede hacer un turista que está de visita y qué tiene totalmente prohibido, qué lugares se puede visitar y cuál es la comida típica. Un paneo general que nos ayudará a entender, o más bien a comenzar a entender, dónde estamos. Afortunadamente, acceder a la información es más sencillo en la actualidad, gracias a la existencia de Google y Youtube. Pero no bastará con eso, porque mucho de lo que veas con tus propios ojos seguramente nadie podrá contartelo en Internet. Tendrás que estar preparado para recibir nuevos estimulos y sentir cosas por primera vez. Abrir la mente, más allá del cliché, es hacer un esfuerzo por no juzgar lo que nos rodea con la vara de los preconceptos.

2. TIEMPO

Llenarte de información, a veces, no alcanza o no es del todo bueno en exceso. Dejar un margen para que la novedad haga lo suyo, es fundamental para asimilar lo que comienza a rodearnos. Es tan absurdo intentar comprender todo de golpe como enojarse con lo que no podemos controlar. Saber que el cuerpo y la mente necesitan un tiempo de adaptación será fundamental al momento de planificar el viaje. Además, ser consciente de esto nos permitirá entender que el mundo es diverso, que cada sociedad se rige por códigos culturales propios y que nosotros somos visitantes. Si hay algo que no nos gusta (sea una comida, un lugar, un estilo de vestimenta o una costumbre) lo mejor será tomarse un respiro, relajarnos y darle una segunda oportunidad. El ser humano es un bicho de costumbres, lo que no nos agrada en un principio, quizás termine encantandonos después.

3. HÁBITOS

Si más o menos piloteaste los dos puntos anteriores, entonces, es momento de transformar nuestros hábitos. Viajar es llenarse y vaciarse, casi al mismo tiempo. Nos llenamos de aventuras, paisajes, anécdotas, historias. Nos vaciamos de prejuicios, arraigos, conservadurismos. La mejor forma de disfrutar de un gran viaje es vivir despojados. Desprendernos de lo que nos ata mentalmente para adapotar lo nuevo que se nos presenta. Sí, es un paso difícil, pero el que lo logre podrá enriquecerse muchísimo de la experiencia. Observar con atención lo que sucede a nuestro alrededor nos permitirá, en primera instancia, naturalizar lo que vemos. Luego, iremos adoptando esas costumbres locales como si fueran nuestras. Probar comida típica, aprender algunas palabras en otro idioma, saludar a la gente, regular los horarios (si la cena se hace a las 18h, no tendrá sentido que quieras hacerlo a las 21h). Animarnos a preguntar lo que no sabemos, sin temor al ridículo, nos permitirá conocer más y demostrará interés de nuestra parte por la cultura que estamos visitando.

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