Bolivia

Bolivia: Sucre es parte de mi familia

Sucre me resulta familiar. Sus calles, sus parques, su gente. Como si la historia se heredara y estuviera en mis genes. Camino sus calles coloniales y me siento cómodo, respiro el aroma de la comida callejera y disfruto cada condimento como si lo conociera de toda la vida. Siento que ya estuve en esta ciudad, sin embargo es la primera vez que la piso. Más conozco su historia, más cerca me siento. Sucre es como un viejo amigo del que no supe nada por años,  pero que al escucharlo lo quiero.

Entro a un museo del centro, la famosa Casa de la Libertad, y descubro la viva esencia de Simón Bolivar, retratado en su firma, en un antiguo documento original de la época independentista. Aquí se firmó el acta definitiva de la Independencia del Alto Perú en 1825. Festejo la presencia en un gran cuadro de Juana de Azurduy y me emociono al ver la bandera original de Argentina creada por Manuel Belgrano. Un lienzo que lejos del romanticismo histórico fue más bien una tomada de pelo a la corona española. Blanca y celeste, los mismos colores que la Casa de Borbón, nada de bonitas nubes en un esplendoroso cielo.

Sigo recorriendo Sucre y veo un inmenso edificio de época, repleto de banderas con leyendas de protesta. Es la prestigiosa Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, primera casa de estudios pública de Bolivia y una de las más antiguas de América, cuna educativa de innumerables pensadores latinoamericanos. Mientras los estudiantes colman las calles, me mezclo entre la juventud y me siento uno más. Sucre es un amigo cercano.

Al rato, tomo un descanso en un banco de la Plaza de 25 de Mayo. Veo la gente pasar, me reconozco en ese hombre que a paso cansino recorre la vereda con una bolsa del mercado, también en esa madre que le pone el casco a su hijita para subirse a la moto, o en esos pibes que patean una piedra imaginando que es una pelota de fútbol. Sucre ya es como un hermano.

Dejo parte de una cultura para incorporar la otra y así poder mezclarlas y mezclarme. Me siento bendecido por la Virgen de la Guadalupe, patrona de estas tierras. No soy creyente, pero aprendí a incorporar costumbres religiosas de los lugares que visito. Sucre es como una madre.

Hace tiempo que estoy de viaje, pero sin embargo siento que estoy comenzando. Una cholita se me acerca para ofrecerme una pulsera celeste y blanca, justo en el instante en el que el mástil de la plaza refleja los brillantes colores de la bandera boliviana y mis ojos se llenan de lágrimas. Ahí la mística hace lo suyo, pequeños fragmentos que construyen un todo. No necesito más indicios. Sucre es parte de mi familia.

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