Nadie, ningún ser humano en la Tierra está preparado para vivir con temperaturas tan bajas. Sin embargo es posible acostumbrarse. No fue nuestro caso, que tan solo estuvimos una semana viendo como el invierno comenzaba a golpear las costas del Lago Baikal, en el corazón de Siberia.
Estas tierras congeladas son habitadas por rusos y mongoles que, siguiendo algunos pasos indispensables para la supervivencia, mantienen una aceptable rutina en una de las regiones más frías del mundo.
La recepcionista armenia del hotel de Moscú nos despidió afectuosamente cuando, luego de varias semanas de convivencia, le dijimos que nos íbamos.
– “¿Dónde sigue el viaje?“, preguntó curiosa. –“A Siberia”, respondimos emocionados, tanto que creímos haberlo dicho a los gritos. Pero inmediatamente, por algunos segundos, en la sala se hizo silencio.
La chica puso cara de terror. – “¿Por qué van ahí?“, exclamó, “Nadie va a Siberia cuando está llegando el invierno, ni siquiera los rusos”, advirtió. Sus palabras retumbaron en nuestras cabezas, que por cierto son muy duras. Mirá si estando en Rusia nos vamos a perder la oportunidad de conocer Siberia.

La chica del hotel tenía razón, ni los rusos van a Siberia. Muchos de los millones de habitantes de la nación más grande del mundo siquiera conocen esa zona de su territorio. Curiosamente, siendo la superficie más extensa de Rusia, tan solo alberga a un 20% de la población total del país. No es para menos, en invierno las temperaturas mínimas pueden llegar hasta los – 60°. ¡Una locura!
Llegamos a Siberia una mañana de principios de noviembre en donde todo a nuestro alrededor estaba blanco. No fue una sorpresa, era un panorama imaginable. Lo que jamás pensamos es que no se trata solo del frío, sino que al llegar experimentamos una extraña sensación de desolación.
Si bien hicimos base en Irkutsk, que es la ciudad siberiana más habitada y preparada para el turismo, sentimos el rigor del clima hostil con tan solo ver los árboles blancos y las calles nevadas por la ventanilla del taxi que nos trasladaba hasta el hostel. “Spasiva”, dijimos al bajar del auto a un chofer que, sin mirarnos y con su cuerpo hundido en una montaña de abrigo, apenas movió su cabeza en respuesta.

Era muy temprano para hacer el check in, pero amablemente la adolescente que atendía en el hostel nos invitó a pasar. Por la ventana se podía apreciar la gran nevada que todavía caía, mientras el termómetro marcaba -15° de temperatura. “¡Hagamos unos mates!”, dijimos contentos de tener algo de yerba. La poquísima que nos quedaba iba a ser, sin dudas, nuestra mejor aliada para recuperar el calor corporal.
Mientras calentamos el agua y comenzamos con el ritual, vemos como la adolescente que atendía empina sin pudor una botella de vodka. Se lo tomó puro y del pico, de un sorbo rápido y efectivo. Una vez más el shock cultural nos da la bienvenida. El mundo está repleto de hermosas costumbres diferentes.

Dejamos las cosas y nos fuimos a recorrer. ¡Qué ilusos! En Siberia es imposible hacer las cosas que habitualmente se hacen en otros destinos. Salir a recorrer las calles de Irkustk no es fácil si no se está preparado. Las veredas congeladas resbalan, el frío entra por los rincones más insólitos y la gente básicamente no camina por caminar.
¿Cómo vestirse para soportar temperaturas bajo cero?

La clave es estar abrigado en capas y con lo que nosotros denominamos “ropa inteligente”.
Primero camiseta térmica bien ajustada al cuerpo que cubra perfectamente toda la superficie del pecho y la espalda. En las piernas calzoncillos largos o calzas térmicas hasta los tobillos. Las medias deben ser bien gruesas, preferentemente de lana, altas para que puedan tapar los tobillos por encima de la calza.
La segunda capa un buzo térmico de polar y un pantalón outdoor de buena calidad. Las botas deben ser altas, cerradas e impermeables, con suela de agarre para la nieve.
La tercer capa es una bufanda grande que cubra parte del pecho y la boca, y por encima campera impermeable de pluma. Los guantes y el gorro son infaltables, sufrir el frío en las manos o en las orejas arruina todo lo anterior mencionado.

¿Qué ver en Irkutsk?
El concepto de “qué ver en Irkutsk” debe reformularse, por la experiencia de pasear por una ciudad nevada es distinta. Mucha gente suele ir porque es la puerta de entrada a visitar el famoso Lago Baikal. Además la ciudad presenta una arquitectura de estilo europeo con casitas de maderas muy pintorescas. Hay quienes la comparan con París, pero para ser sinceros no se parece en lo más mínimo.
Si bien uno puede entretenerse recorrido la calle Karl Marx, visitando la plaza principal, la Iglesia Kazan, la Catedral de la Epifanía o el Museo Decembrista; hay que tener una muy buena razón para salir a la intemperie cuando el termómetro marca -20°. Sí, la temperatura no deja nunca de bajar.
Ante semejante escenario, decidimos entrar en una cafetería de barrio, con la intención de protegernos del frío helado. En Siberia los lugares calefaccionados están a otro nivel. Nosotros, que venimos de Sudamérica, nos quejábamos del frío en invierno durmiendo con la ventana abierta. En esta región del mundo las ventanas están herméticamente cerradas porque un solo milímetro de abertura puede convertirte en un Caminante Blanco.

La gente local es amable, aunque de expresiones duras y muy pocas palabras. Hay poco lugar para el dialogo porque la bufanda siempre debe ir cubriendo la boca, a lo igual que el gorro de plumas tapando las orejas. En la cafetería, sin embargo, había algunas señoras charlando vaya saber sobre qué tema en un idioma ruso muy cerrado.

Nosotros eramos sin dudas los visitantes, no tenemos aspecto de siberianos ni de casualidad, y ellas no paraban de mirarnos. Quizás pensarían que estábamos locos, habiendo tantos lugares en el mundo vienen a elegir el más frío. Creemos que tienen razón. Nosotros mismos a menudo nos mirábamos y nos repetíamos en voz alta: “¿Qué hacemos acá?”. Pero de eso se trata la vida, al menos la nuestra, de ir en busca de aventuras y experiencias que nos enriquezcan como personas y nos dejen muchas historias para contar.