Cuentos millennials

Literatura viajera: El río dónde arden los deseos

La brisa alegre que da inicio a la primavera sorprendió a la montaña, que la esperaba calma, recostada en la tierra. Respiró profundo el aire cargado de flores, frutas y colores, puso a bailar a todos los árboles del valle con una sonrisa, y afinó los oídos al aguardo de la joven melodía.

El sonido comenzó en la cima y bajó veloz hasta el primer claro, siguió la marca en el suelo, como antes hicieron sus antecesores, y disfrutó la caída. El río anunciaba la cercanía del verano.

Todos los ríos transportan mensajes. Los hay iracundos e injustos, destructores que, a cambio de su paso, se llevan consigo casas, historias y bicicletas, los hay tímidos y cansados, abandonados a la sequía, y otros cristalinos y salvajes, hambrientos de aventura y buenas compañías. Están los más antiguos, incansables buscadores del curso hacia la conjunción suprema: el encuentro con el mar. Y están los que transportan deseos.
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En una región valiente, abrazada por el calor y el buen corazón, existe un río dónde los sueños flotan. Cuando cae la noche, y la luz de la luna refleja la superficie, miles de llamas arden sobre el agua. Brillan cargadas de ilusión, abriéndose paso en la corriente. Algunas llamas parecen faros a distancia, y atraen otras más perdidas, nadan contra-corriente y ayudan a las menos inflamables, algunas otras se consumen en su ambición y arman una fogata enorme que prende deseos ajenos sólo para poder soñar más que el resto.

Cuando la montaña suspira primavera y el río anuncia el verano, los deseos se preparan para el viaje hacia el océano, el mar los enviará a su destino y sólo los más valientes podrán cumplirlo.
 
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