La segunda vez que lo vi, fue durante un partido de truco en el Parque Rivadavia, un día de sol rajante. Lo reconocí diez cuadras antes de llegar, porque las escamas, a veces verdes, a veces azules y de costado violetas, reflejaban imágenes de los siete mares en los edificios del barrio. Aquello se había convertido en un océano a cielo abierto. Como también reflejaba sus cartas, perdió todas las partidas y un montón de porotos, no le gusta apostar con plata. Geremías es comunista y dice que prefiere repartir la torta a morirse de diabetes.
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Los Jueves organiza la Plantafiesta en la terraza del PH dónde vive, nosotros llevamos el tinto y él pone la comida, Geremias es vegano y hace el fuego más rápido que nadie. Dice que en Argentina comemos tantos animales, que él dejó la carne por miedo a que lo hagan a la parrilla. “Estoy cuidando la especie” y tira una papa a la brasa, siempre en ese orden. Creo que las papas son sus preferidas, “Porque curan el hambre”, argumenta.
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Yo me enamoré de Geremías una tarde de verano, mientras doblaba la esquina. Si me hubiera pasado a media cuadra, quizás lo podría haber evitado, pero es muy difícil dejar de doblar cuando se está doblando, y el amor me sorprendió en plena curva, sin previo aviso.
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Sentí el corazón acelerado y el cuerpo liviano, y con toda la velocidad que mi existencia me permitió, me fui derecho al PH antes de que empiece la fiesta de los Jueves.
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– Buenas tardes Geremías, soy Elías del departamento C. Abajo de este caparazón se esconde un tortugo capaz de dar mucho amor. Tengo amplios conocimientos sobre los usos de la lechuga y cómo racionarla según la ocasión . Me urge declararle que mi admiración requiere de usted más atención, ¿Quisiera ser mi novio, querido dragón? – Geremías estaba lleno de carbón, usando lo que creí reconocer como los pantalones cortos suplentes del Boca campeón del ’92. Se limpió el sudor con su lengua y me dio un abrazo reparador.
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– Cuánto tardaste Elías! Hace de mi casa, tu morada, y de mi vida, tu compañía. Evitemos las leyendas y escribamos juntos nuestra propia historia, la mitología es un peso insoportable sobre mi espalda. No quiero esconderme en un río, ni pasar la eternidad en un lago, si puedo envejecer a tu lado. Ya muchos dragones han elegido morir, a vivir enamorados.