Cuentos millennials

Literatura viajera: «El cielo es peronista»

Fui y volví. Ví la luz y disparé derecho para ahí. En medio de un descampado, entre seguir a un ave y un escarabajo, tuve que elegir. El barro no es para mí, y se sabe que en esos momentos lo importante es subir. Y tampoco allá arriba se puede vivir después de morir.
Ya no entiendo a dónde es que van a volver, si el único destino inevitable, lo coparon también.
Y qué me van a hablar de amor, si ni en el eterno descanso puede una descuidar la jubilación, vaya a saber qué están organizando con el cuento de la redistribución. Que el pueblo es buena gente, qué se yo, es una opinión, pero que en el cielo me reciba Perón, me parece un papelón.
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Las fiestas son una bajón, en eso tengo bastantes votos a favor, y el aire acondicionado funciona mejor en el hospital que en mi habitación. Sin tener formación médica puedo asegurar que se les fue la mano con la medicación, porque ese viaje no lo planee con antelación. Me faltaba un poco el aire y cuando lo recuperé, estaba en camisón, y con un ejército de populistas esperándome abajo de un cartel que decía: «Bienvenide al Cielo, siga la flecha para la asamblea de recepción». 
Yo estaba lenta de reacción, no se si por haber cambiado de dimensión, por el ruido del respirador – ¿De dónde viene el ruido del respirador? – o por el choripan que regalaban mientras nos anotaban por orden de llegada. Es que ni muerta safa una de la grasada.
Salté la fila y entré derecho a un gran salón, y no va que lo veo a Néstor jugando un truco gallo con Chávez y Fidel, mientras Eva se fumaba uno con el Che. ¡Son todos vagos de este lado también!
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Y a ustedes, ¿Quién les paga la fiestita? –  quise saber, y desde el fondo apareció Juan Domingo Perón.
Venga, relajese, que acá no hay interné – fue lo primero que me respondió.
Qué me habla, si yo no lo voté – respondí mientras escuchaba más fuerte el ruido del respirador.
Mire señora, nadie vota nunca nada, y después tenemos que salir a apagar las llamaradas –
Pasaron cosas Juan Domingo, vino una tormenta y ya saldrá el sol – 
Qué optimista resultó, como sea, acomodese y disfrute, que el cielo es peronista y usted está en la lista.
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Sentí la descarga como un pinchazo en el pecho, el aire me invadió el cerebro y en un sorbo deseperado, todo el oxígeno que respire en estos 89 años me recorrió el cuerpo y la memoria, hasta devolverme de este lado de la historia. La vi a mi hija a un lado de la cama, sosteniendo un crucifijo. Con la conciencia de quién se sabe resucitada, le tiré como pude una patada.
Sacame eso de acá, que en el cielo todo está perdido. Escuchame este consejo, que todos vamos a llegar a viejos, cuando los dos caminos se te pongan en frente, y tengas que elegir entre un ave y un escarabajo, acordate siempre, que era por abajo.

 

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