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La vida de trippin, viajar es un subibaja

No, el título de la nota no refiere a que nos tomamos un ácido todos los días. De viaje no sabemos ni cómo conseguirlo. La descripción es literal, estamos todos los días de gira.

El hecho es el siguiente: el promedio de noches que pasamos en un mismo lugar es de tres. Es decir, nunca estamos realmente en el mismo lugar. Las consecuencias son de las más variadas:
+ Despertarse a la madrugada al grito de «DÓNDE ESTOY, MAMÁ».
Olvidarse de cambiar la hora y perder pasajes.
+ Confundirse el idioma y la nacionalidad de los dueños de casa.
+ No saber qué marca de preservativos comprar, con el consiguiente ardor que eso provoca.
Lleva un tiempo acostumbrarse a la ola de cambios continuos y a la constante salida de la breve y frágil zona de confort que construimos en algunas horas.
Cuando sabemos cómo funciona un metro, ya estamos tomando otro y todo es distinto. Fundamentalmente, es un trabajo arduo como pareja acompañarnos sin estresarnos en cada nuevo destino.
El primer mes fue un caos. Nos peleabamos todos los días, dejamos de tener ingresos y solo había egresos y por primera vez, teníamos realmente una economía compartida al 100%.
Sé que te estas tomando el helado más caro y vos sabes que elegí las aceitunas rellenas. La libertad del capital que teníamos con nuestros sueldos individuales, era ahora un debate de consumo sobre su inversión.
No hay puerta en el baño, cómo se sigue después de esto. Y pedos, come on, nadie se salva.

Quién lleva el termo? Dónde esta la yerba? Cuánto pesa el shampoo? Cargar el hogar sobre la espalda es mucho más poético que cómodo y el peso de las mochilas se vuelve un factor crucial para la movilidad y el buen humor.

Cada cosa suma.

Si, una bombacha de más, una remerita livianita, isopos o no isopos, todo cuenta. Al día de hoy, sin ir mas lejos, me quedé con dos pares de medias que alterno con menos frecuencia de la que me gustaría.
– A qué hora sale el micro? A las 21hs
– Y a qué hora es el check out? A las 11hs
Joya, hay que buscar una plaza y que a nadie le den ganas de mear, porque así es la vida sin tener casa.
Los parques son nuestros jardines, dormimos siestas, usamos el wifi municipal y pasamos muchísimas horas esperando que se haga la hora.
Vivir de gira es maravilloso y también incómodo. Es un sueño y a veces, una pesadilla. Es fascinarse con lo nuevo y extrañar mucho lo conocido.
Vivir de trippin es alucinar todos los días.

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